“An Evening With Dream Theater 40th Anniversary”
La novena visita de DREAM THEATER a Argentina se dio en el marco de dos grandes sucesos en la banda: la conmemoración de su 40° aniversario y el regreso de uno de sus miembros fundadores al combo: el baterista, corista y compositor Mike Portnoy. Por tanto, la ocasión fue más que especial. Así fue que los oriundos de Boston, Massachusetts, volvieron al país en plan an evening with, el formato en donde la banda repasó gran parte de su (vasta) discografía, en un set compuesto por dos actos y un encore final, cuya duración total fue de tres horas y quince minutos. Pero antes, específicamente a las 20:00hs, los locales LÖRIHEN precalentaron el escenario con su hard & heavy por margen de media hora. La banda sacó a relucir sus clásicos e incluso se dio el gusto de invitar a escena a Walter Meza, frontman de los también locales Horcas.
A las 21:00hs, preludio de Bernard Herrmann mediante, los indiscutidos reyes del metal progresivo salieron a escena de la mano de la tríada “Metropolis Pt. 1: The Miracle and the Sleeper“, “Act I: Scene Two: I. Overture 1928” y “Act I: Scene Two: II. Strange Déjà Vu“. Luego de una merecida ovación, no solo a la banda sino también al recientemente reincorporado baterista, la banda siguió estremeciendo almas con “The Mirror”, “Panic Attack” y “Barstool Warrior“, siendo este último perteneciente al disco “Distance Over Time” y el primero de dos temas de la banda en donde Portnoy no formó parte de la misma. El otro tema en cuestión fue “This Is The Life” del álbum “A Dramatic Turn Of Events” (el primero en no contar con el músico tras la batería).
Hubo tiempo además para una perla: la versión con solos extendidos de guitarra y teclados de “Hollow Years“, la cual se puede encontrar en “Lost Not Forgotten Archives: Falling Into Infinity Demos 1996–1997”. El cierre del primer acto llegó de la mano de “Constant Motion” y “As I Am“.
Luego de un impasse de unos diez minutos y un video que recorrió en imágenes los cuarenta años de carrera de la banda, llegó “Night Terror”, uno de los ocho temas que formarán parte de “Parasomnia”, el inminente trabajo discográfico de la banda, el cual verá la luz el próximo 7 de febrero de 2025. El encargado de cerrar el segundo set del show lo marcó “Octavarium“, uno de los temas más largos y complejos de la banda, acusando la friolera de veinticuatro minutos de duración.
Y así, llegaron los bises con “Act II: Scene Six: Home“, “Act II: Scene Eight: The Spirit Carries On” y “Pull Me Under“, uno de los temas insignia de DREAM THEATER. Con “Singin’ in the Rain” de Arthur Freed y Nacio Herb Brown, los integrantes de la banda se despidieron efusivamente del público local, que agotó todas las localidades del Movistar Arena de Buenos Aires.
Deteniéndonos en los músicos, se los notó muy a gusto por volver a performar frente a uno de los públicos más exigentes y con más reputación del planeta, como así también se los notó revitalizados por el regreso de Mike Portnoy. James LaBrie cantó mejor que nunca y supo manejar al público, aún sin mediar más de una palabra en español.
El bajo de John Myung sonó sumamente definido y con una presencia nunca antes escuchada, teniendo en cuenta que el tono que generalmente maneja no es el predilecto de sus colegas bajistas.
Jordan Rudess es como un Mozart de nuestros tiempos. Debe tratarse de uno de los mejores artistas tras los marfiles. Como nos tiene acostumbrados, hubo ocasión para que paseé a lo largo y ancho del escenario con su keytar, siendo el único momento en donde el músico se aleja de su set de teclados y prototipos.
John Petrucci es bien conocido por su frialdad en escena, mas no por la emoción que transmite con su guitarra, la cual sonó a la perfección durante todo el show, pasando del paisaje más dulce al machaque más agresivo.
Y qué decir de Portnoy… el músico viene de sufrir la pérdida de su hermana Samantha, quien falleció media hora antes del show que la banda realizó el pasado 29 de octubre en Zagreb, Croacia, y de su perro Mickey, que pasó a mejor vida hace una semana atrás.
Y, así y todo, demostró un nivel de profesionalismo realmente envidiable; no solo eso, sino que además se mostró siempre muy efusivo tras los parches y platillos, disfrutando cada pegada como si fuera la última. Y si tenemos que detenernos en su set, a simple vista parece tratarse de un kit con tres bombos, pero en realidad son dos kits distintos: uno con un bombo y otro con dos, cada uno con su set de toms, platillos y demases. Dependiendo los requerimientos del tema a ejecutarse, el músico transita de uno a otro. Creo haber contado no menos de veintiún cuerpos, más platillos y elementos varios de percusión. Ni hablar de sus dotes como corista. De los mejores de la escena.
Esperemos que la banda siga en este plan de revitalización que tan bien les sienta por muchos años más. Porque verlos así, realmente dio gusto.
Gracias C+G Prensa y Comunicación por la acreditación
Crónica: Diego Almeyra
Fotografía: Candela Allende